El cine no ve un documental de naturaleza producido en España desde los años 60. Entonces, el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente rodaba un retrato de la cetrería que se adentraba en las intimidades del campo español: Alas y garras (1967). Pero los medios con los que se grabó eran muy escasos. Ha habido que esperar casi 50 años para que otro filme sobre la fauna ibérica llegue a la gran pantalla. Y los avances tecnológicos se notan en el resultado estético. El Festival de Cine de Sevilla ya presentó en el mes de noviembre Guadalquivir, el primer gran documental de naturaleza 100% español.
La cámara sobrevuela los pinares y roquedos de la Sierra de Cazorla que protegen el nacimiento del caudal más famoso de Andalucía. Una voz en off, la de la cantaora flamenca Estrella Morente, baja el rodaje hasta el suelo presentando las aguas aún tiernas e inocentes del bautizado por los árabes como el río grande (al-wadi al-kabir) en los tiempos del emirato de Córdoba. "Allí reina el águila real", dice la narración, "que todo lo ve desde su torre de aire". Poco después comienza a nevar en la sierra y desde la butaca de espectador se escucha sutil la nevada y se puede sentir hasta el frío seco de los copos blancos sobre la piel. "Su madre es la roca y su padre, el deshielo", continúa.
Guadalquivir, producido por Wanda Visión, es el primer gran documental de naturaleza realizado en España contando con los últimos avances tecnológicos de imagen y sonido. Pero su director no es ningún recién llegado al mundo del documental. Joaquín Gutiérrez Acha ha producido y filmado para Canal+ o para National Geographic y ha dirigido la Unidad de Naturaleza del largometraje de Gerardo Olivares Entrelobos (2010).
Quizá el hecho de que se trate de fauna ibérica sea uno de los aspectos más novedosos para un público nacional más acostumbrado a ver en la pantalla a los leones y antílopes de la sabana o a los tigres de Sumatra, que al lince o al águila imperial. Pero dentro de la oferta de escenas de naturaleza Guadalquivir no se queda en el tópico. La escena, casi cómica, de una araña tampón atrapando a todo insecto que pasa cerca de su escondite sorprende por su veracidad y por lo inédito de las imágenes.
Para obtener esa secuencia u otra en la que un lince ibérico en libertad captura un conejo en la boca de su madriguera han hecho falta más de 16 meses de rodaje, y un incontable número de horas del equipo de rodaje escondido en un hyde, el escondite camuflado que sirve de herramienta indispensable a los naturalistas. De hecho, las horas de trabajo traen muchas veces la suerte, como le ocurrió al equipo de rodaje cuando capturaron las imágenes de la cacería del lince por casualidad mientras trataban de grabar un conejo en sus dominios. "Hay muchas secuencias que han sido rodadas una y mil veces, pero nunca se han filmado con tanta calidad", asegura el escritor y naturalista Joaquín Araújo.
La experiencia del equipo de rodaje se percibe en el nuevo documental desde la primera secuencia en la que unas diminutas angulas llegan a la desembocadura del Guadalquivir después de realizar un viaje de varios miles de kilómetros atravesando el océano. Para tomar esas preciosas imágenes de los alevines de las anguilas, el director tuvo que utilizar (como en la fotografía que hay bajo estas líneas) un sofisticado equipo de rodaje subacuático.
Pero, como explica la voz en off, la de las anguilas es sólo una de las historias del Guadalquivir. El hilo narrativo de la película pasa rápidamente a tierra de la mano de un zorro hambriento que recorre río abajo los tres grandes espacios naturales bañados por el río: la Sierra de Cazorla, Sierra Morena y las marismas del Guadalquivir, que acogen el Parque Nacional de Doñana. Para documentar ese viaje, el filme hace todo un alarde de plásticas tomas aéreas y de nuevas técnicas cinematográficas que hacen accesible al ojo humano tanto lo vertiginoso, como lo más lento y sosegado.
La tecnología al servicio de la divulgación
El TimeLapses, una técnica para acelerar el movimiento imperceptible para el ojo humano, dio vida a una de las escenas más bonitas de la película: el crecimiento de una orquídea desde que es un pequeño brote naciendo de la tierra, hasta que rompen sus complicadas flores.
Pero la naturaleza también acelera en ocasiones para escapar del espectador y es necesario rodar a alta velocidad, disparando más de 1.000 fotogramas por segundo para que el espectador disfrute de la plasticidad del despegue de un águila real o de la crudeza de una pelea de zorros adornada por un zapateao flamenco. Escenas que hacen recordar la inmortal escena rodada por Félix Rodríguez de la Fuente en El hombre y la Tierra en la que una de estas rapaces captura una cría de cabra montés en un roquedo, llevándosela entre las garras mientras vuela.
No obstante, aunque aquella secuencia ha pasado a la historia de las filmaciones de naturaleza, la calidad de la imagen no es ni comparable a lo que ofrece la tecnología en el nuevo documental de Gutiérrez Acha. Y lo mismo ocurre con el sonido. "Guadalquivir es el primer documental del mundo grabado con sonido Dolby Atmos", explica Carlos de Hita, responsable del sonido en el largometraje. Esta tecnología, que se usa sobre todo para grandes producciones en 3D y para la que sólo hay alrededor de una decena de salas preparadas en toda España, permite un sonido envolvente que rodea al espectador y le incluye dentro de cada escena. Y cuando realmente llama la atención no es en los grandes griteríos de los buitres o en las peleas de los ciervos durante la berrea, sino en las escenas de mayor sutileza, en las nevadas silenciosas o en la cotidianidad de las marismas.
Los protagonistas son casi siempre grandes aves, como las garzas reales o las cigüeñas negras, o mamíferos como el zorro o el venado. Pero la atmósfera de insectos y cantos de fondo que crea Guadalquivir traslada de inmediato a las orillas del río. "En todo el largometraje hay sonidos de 118 especies de vertebrados", cuenta De Hita. "Si contamos también los insectos son una barbaridad de especies".
Según cuentan los sonidistas, aunque viendo la película parece increíble, en todo el documental no hay una sola escena que tenga sonido directo, todo es grabado de forma independiente a la imagen y montado después en el estudio. "En cada plano hay una media de 15 sonidos naturales, sin contar con la música", dice Carlos de Hita. La cuadratura del círculo llega cuando la narradora, Estrella Morente, se arranca a cantar el poema de Antonio Machado Al río Guadalquivir: "¡Oh Guadalquivir! / Te vi en Cazorla nacer; hoy, en Sanlúcar morir".
3 comentarios:
Precioso,deberia ser obligatorio su proyeccion en los centros educativos,para que nuestros jovenes sepan la riqueza que tiene nuestra tierra.
Pues si, la verdad es que el documental es una maravilla. La pena es que al paso que vamos; fracking, minería a cielo abierto, caza ilegal, contaminación de acuíferos, nuevas carreteras, urbanismo salvaje, y tantas otras tropelías, pues al final acabaremos con todo lo mejor de nuestro patrimonio natural.
Bueno joaquin,por lo menos hay politicos que se han puesto millonarios,meno es nada.
Publicar un comentario